Cuando en octubre de 2002 se hizo oficial el cambio de propietario del equipo Guadalajara, se esperaba un renacer del Campeonísimo. Su nuevo dueño, el empresario Jorge Vergara así lo prometió, junto con otros cambios con los que pensaba llevar a la legendaria institución hacia nuevos derroteros.
Pero algo ha pasado en el entorno del Rebaño Sagrado. La pasión y las emociones que se sentían galopar a mil por hora en el estadio Jalisco donde Chivas ganó todo, se ha esfumado poco a poco luego del traslado del plantel a su nueva casa, un complejo modernista con césped artificial que sorprendió incluso a las autoridades de Fifa, pero que a la afición del equipo no le acaba de parecer.
Por lucha y entrega no ha quedado. Tan solo este año el equipo tapatío se coló hasta la final de la Libertadores perdiendo ante el Inter de Porto Alegre. También consiguió una racha de victorias con un equipo plagado de jóvenes, pero al final se quedó sin nada.
Pero se trata de las Chivas, el equipo más popular de México y, según Associated Press, el segundo más popular en el mundo después del Flamengo de Brasil. En el corazón del pueblo que idolatra a los Rojiblancos, una temporada sin liguilla es visto como un fracaso.
Ese es el precio que Vergara ha tenido que pagar por no reforzar el equipo con elementos de peso. Se la ha jugado con su cantera y eso está bien hasta cierto punto, pero no hay que exagerar. En la cancha necesita dos o tres elementos que se echen el equipo al hombro en circunstancias adversas. “El Bofo” y Omar Bravo ya no son los de antes. A Ramoncito Morales prácticamente lo echaron del equipo. Y cuando se fueron los goles del “Chicharito”, ¿qué les quedó?
Pero hay algo más que parece afectar a toda la institución. Su propio patrón. Es difícil de explicar, pero lo de Vergara es lo mejor que le pudo haber pasado al equipo… y también lo peor. Con él se han logrado grandes cosas en el aspecto administrativo, pero también parece ser el principal culpable del alejamiento de la gente.
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