El Barça hace brillar su estrella en Hollywood

Llegaron, entrenaron y se dieron su primer baño de masas en el histórico teatro Montalbán, en el cruce de Hollywood y Vine, donde inauguraron una cancha de fútbol en la azotea del teatro. En realidad eran dos porterías sobre el cemento ya existente en el tejado, pero fue una buena excusa para echar un pequeño partidillo entre futbolistas y actores, invitados especiales para la ocasión.

Merece mención el hecho de que Rafa Márquez, el central mexicano del Barça, anotó dos goles en la demostración, ya practicamente recuperado de su lesión en mayo durante las semifinales de la Copa de Europa.

Hubo burlas y risas, fruto del buen ambiente que se respira en el equipo culé, de enhorabuena por tanto título y con la llegada del sueco Zlatan Ibrahimovic como gran novedad.

Después de su paso fugaz por Hollywood, llegó el acto de verdad, el del pasado sábado ante 93.000 espectadores en el mítico estadio del Rose Bowl, en Pasadena.

Lo que en principio parecía una pachanga de verano acabó en partido con ciertas dosis de emoción, con el Los Angeles Galaxy plantándole cara al todopoderoso campeón de Europa, aunque al final se impusieran los galones de los catalanes (1-2). Pep Guardiola cumplió con el objetivo de hacer rodar a los suyos de cara al arranque de la temporada y aprovechó para hacer unos cuantos experimentos, en un equipo para el que jugar bien es lo más normal del mundo.

El Barça salió con su idea de siempre, la de tener el balón y el Galaxy no le inquietó en lo más mínimo en ese aspecto. Touré Yayá y Keita pusieron el orden y la compostura y Jonathan Dos Santos el descaro, jugando más adelantado de lo que lo suele hacer Xavi y dejando destellos de calidad. Sirvió de enganche con una delantera en la que Messi, con sus mil revoluciones de siempre, y Pedro, abrieron hueco en la defensa angelina. Solo Bojan pasó desapercibido en un equipo que puso ganas de hacer bien las cosas pese a ser un choque de pretemporada.

Los de Guardiola no tardaron en abrir la lata gracias a una jugada por la banda derecha de Pedro, que él mismo culminó después de un remate de Messi al que alcanzó a llegar el portero local. Daba la impresión de que caerían unos cuantos, que los galácticos de California ejercerían de víctima y anfitrión a la vez.

De hecho, los angelinos estuvieron de meros espectadores durante media hora, hasta que su estrella, el inglés David Beckham, asediado por los contundentes abucheos de su público, puso un balón de los suyos al corazón del área que no significó el empate de milagro. Al extremo, que sigue estando en otra galaxia con respecto al resto de sus compañeros y de la liga donde milita, no le perdonan su infidelidad con el Milán de Ancelotti, que a punto estuvo de convencerlo para que se quedara en Italia definitivamente. De momento, parece condenado a vagar en las tibias aguas de la MLS con los gritos de desaprobación de sus otrora seguidores.

Después, cuando el Barcelona buscaba ampliar la cuenta y darse un buen festín, surgió la incomparable bota derecha del británico. Cerró la boca de todos sus detractores con la ejecución magistral de una falta a tres metros de la frontal del área. Un golazo por toda la escuadra para empatar el encuentro.

En la segunda parte hubo cambio de guión y de equipo. Guardiola mandó a todo el mundo al banquillo menos a Henrique para seguir con sus constantes pruebas de pretemporada, alternando los titulares habituales con los juveniles como Jeffren, Fontás, Munieta o Víctor Sánchez.

Xavi agarró el timón con Sergio Busquets de escudero y los culés frenaron los ímpetus del Galaxy. Precisamente un fantástico pase del mediocentro defensivo del Barça bien resuelto por Jeffren puso el 2-1 definitivo, devolviendo el partido a los derroteros que todo el mundo presagiaba desde un principio.

Con Henry metido más que nunca en su papel de extremo izquierdo, llegaron unas cuantas ocasiones que no quedaron en nada, aunque sirvieron para refrendar las buenas sensaciones futbolísticas que sigue ofreciendo este Barcelona tricampeón.

El ensayo sirvió además para que debutaran Maxwell y Henrique, correctos sin más. También sirvió para que volvieran los destellos de nostalgia mundialista, cuando los 93.137 espectadores congregados en el histórico Rose Bowl de Pasadena comenzaron a hacer la ola. El partido pasará a la historia de la estadística estadounidense, siendo el encuentro con mayor asistencia de público en suelo americano desde la final del Mundial de 1994, que también se jugó en este vetusto recinto.

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