El entrenador de la Selección de México se ha convertido en el más popular del Mundial y en el más activo en redes sociales
Las apoteósicas celebraciones del entrenador de la Selección Mexicana de fútbol le han dado la vuelta al mundo. Miguel Herrera grita, gesticula, rueda por el suelo y su cara se transforma en una mueca de locura contagiosa cuando su equipo perfora la meta rival.
Ni “El Chicharito”, ni Gio dos Santos, ni Ochoa han llamado tanto la atención en el Mundial como Herrera, que pasa de la agonía al éxtasis en un santiamén y que lo manifiesta con esas explosiones de alegría, de júbilo y de pasión que se desbordan por toda su corta y robusta humanidad.
“El Piojo” es neta. Es alburero y dicharachero. Lleva el linaje del barrio en todo su ser. Es auténtico, pues. No le niega una foto a los aficionados. Se lleva de a cuartos con sus jugadores pero sin perder su estatus de jefe. Muy parecido a lo que hacía Javier “El Vasco” Aguirre.
Herrera ha logrado ser uno más del grupo. No dirige desde un púlpito. Se nota que con él todos jalan parejo. Esto ha permitido que el equipo trabaje y se sacrifique como uno solo. Había dudas de que fuera capaz de enderezar el trabajo previo del Tricolor, pero las ha despejado.
El alma del combinado azteca es su entrenador. Desde que era jugador nunca se rajó. No le temblaron las piernas. Eso se ve reflejado ahora en el equipo nacional. En la cancha se ve otra mentalidad, la del atrevimiento, la del ganador.
“El Piojo” es el más popular del Mundial y aumenta esta fama a través de las redes sociales. Se da tiempo para ser el número uno en Twitter. En solo un mes pasó de tener 250 mil seguidores a 619 mil. El hashtag #PiojoFestejo está de moda.
La labor de Herrera será recompensada con la continuidad al frente del equipo hasta el Mundial del 2018. Eso era lo que se buscaba, un técnico capaz y comprometido que lograra darle identidad a la selección. Miguel puede ser el menos estético y hasta caer en el ridículo pero con él queda claro que ser naco, es chido. EC
