Está demostrado científicamente de que los niños que reciben palmadas como castigo tienen efectos negativos en su comportamiento y desarrollo
Por Luisa Fernanda Montero
Cuando mis padres eran niños, el asunto era directamente con azotes. Los castigos físicos eran parte del día a día de las familias con hijos y está documentado que variaban en intensidad y frecuencia de acuerdo a las fechorías de los pequeños maleantes que eran objeto del castigo.
Entonces el tema de la violencia ejercida de padres a hijos, no llegaba siquiera a cuestionarse. Era un establecimiento y lo era porque estaba claro que así funcionaba la crianza y «era por el bien de los hijos».
En la época infantil de quienes estamos a punto de llegar al quinto piso, la violencia disminuyó un poco; pero no del todo. Y esa ha sido la tendencia hasta nuestros días: va a la baja, pero no desaparece. Es común escuchar a padres y adultos en general decir que los niños necesitan una buena palmada de vez en cuando.
He escuchado incluso a muchos decir que «eso es ahora que dizque se trauman los muchachos» o que «la letra con sangre entra».
Pues bien, entre más palmadas -y solo nos referimos a palmadas- recibe un niño más tiende a desafiar la autoridad paterna y a desarrollar comportamientos antisociales, ser agresivo o tener problemas mentales o dificultades cognitivas, de acuerdo con los resultados de una investigación de 50 años realizada conjuntamente por expertos de las Universidades de Texas y Michigan.
La investigación, publicada recientemente por el Diario de Psicología Familiar -Journal of Family Psychology- abarca cinco décadas e incluye más de 160 mil niños. De acuerdo con los investigadores es el más completo análisis jamás realizado sobre las consecuencias de las citadas palmadas.
Entendiendo palmada como golpe de mano abierta sobre las nalgas o las extremidades, entramos a decir que en general, las consecuencias que genera son negativas y van en contravía de los deseos de los padres.
De acuerdo con declaraciones dadas por Andrew Grogan-Kaylor profesor asociado de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Michigan, el estudio revela que usar las palmadas como castigo con los hijos genera en ellos una serie de consecuencias indeseadas e incrementa las posibilidades de que siendo adultos repitan los comportamientos punitivos de sus padres con sus propios hijos.
Lo que ningún estudio ha logrado demostrar es que los golpes, de cualquier tipo, generen efectos positivos, pero a pesar de ello, cerca del 80 por ciento de los padres alrededor del mundo golpean a sus hijos, de acuerdo con un reporte de la UNICEF. Lo que sí está demostrado científicamente es que las palmadas tienen efectos negativos en su comportamiento y desarrollo. Los resultados de este estudio están en la misma línea de los publicados recientemente por los Centros de Control de Enfermedades.
En otras palabras, de acuerdo con los expertos, los efectos de las palmadas son comparables a los efectos que pueden generar en los niños, otros castigos más severos.
Tal vez, lo que puede ser muy útil, es explorar alternativas distintas a las que nos ofrece el castigo físico para usarlas en nuestros procesos de crianza. Tal vez esa exploración pueda llevarnos a tener nuevos aprendizajes, a descubrir nuevas rutas para disciplinar a nuestros hijos, a crecer como seres humanos y ayudarnos a ser cada vez más, una fuerza impulsora amorosa y positiva en su vida. EC
Con información de La Res Hispana