Costa Rica, la isla de Centroamérica

Pablo Scarpellini. San José | 29 de septiembre de 2011

 

Costa Rica tiende a ser un país próspero, no en vano tuvo un crecimiento económico del 3.8 por ciento en el último año y con una tasa de desempleo que sigue siendo baja por el enorme empleo sumergido.

 

Pero queda mucho por hacer, con el inconfundible encanto del subdesarrollo en algunas de sus carreteras comarcales, llenas de “huecos destrozallantas”, como los llaman los locales. “Aquí estamos muy acostumbrados a eso”, asegura Erilio, un agricultor de Guanacaste, al oeste del país.

 

A pesar de los defectos de las carreteras, los ticos se lo toman con mucha calma. Nada altera su ritmo lento y sosegado. “¡Pura vida!”, asegura al despedirse Erilio. Es una frase nacional que todo el mundo repite al final o al principio de cada conversación. Dos palabras que resumen una increíble manera de disfrutar de la vida, pase lo que pase.

 

Por eso quizá Costa Rica es diferente de sus vecinos. No se identifica con los países limítrofes en aspectos claves, como en la abolición de su ejército en 1949 y la sensación de seguridad que se respira en todo el territorio nacional, lejos de los problemas de pandillas y drogas que campan a sus anchas en otras capitales centroamericanas.   

 

Sin duda, lo más espectacular para el millón de turistas que visitaron el país en el último año, es la riqueza natural que posee Costa Rica. Existen 19 parques naturales declarados, más las reservas biológicas. Es fácil encontrarse con panteras, cocodrilos, puercoespines, monos o iguanas.

 

Los lugares más recomendados por los guías locales son el de Tortuguero, con tortugas gigantes poniendo sus huevos; Braulio Carrilo, con una vegetación frondosa; o Manuel Antonio, con playas habitadas por delfines fáciles de ver.

 

También hay que dejar algo de tiempo para ver los volcanes. Hay ocho en todo el país. El más activo es el Arenal, en la cordillera de Guanacaste. Cada noche deja ver sus colores rojizos bajando por la ladera, aunque no hay peligro porque allí conocen bien al monstruo. Tanto que han aprovechado el tirón y hay complejos de lujo para los turistas, que pueden contemplar el espectáculo bañándose en el río de agua caliente que produce el propio volcán. ¡Pura vida! EC

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