Tan humanitaria como actriz

Nunca perdió el título de Grande en Hollywood, y cuando empezó a sentir en sus carnes la inevitable decadencia en el brillo de su estrella, el olvido que sacó de quicio a Norma Desmond, Elizabeth Taylor sacó fuerzas de flaqueza para encontrar una nueva causa y hacerse más grande todavía. Añadió el lado humanitario a su ya extraordinaria trayectoria personal y profesional.

Fue, según algunos biógrafos especializados en su figura, la primera con cierto nombre en Hollywood en ponerse al frente de la causa contra el sida, fundadora de una asociación contra el azote imparable de una enfermedad desconocida, justo antes de que otros miembros ilustres de la meca del cine se apuntaran a un movimiento en las puertas de convertirse en tendencia y en políticamente correcto. También formaron parte de su agenda los perros maltratados, el cáncer y la educación de niños con problemas.

Acababa de rodar una película para la cadena ABC junto a Debbie Reynolds, «These Old Broads», en un papel de poca monta en la que hacía de agente de Reynolds, una actriz de Hollywood en franca decadencia. Se dio cuenta entonces de que ya no había roles para una reina de su envergadura, pese a sus ganas y determinación para seguir figurando en la gran pantalla, y decidió cambiar de estrategia.
Por una vez, se planteó el usar a la obsesiva prensa del corazón de la época en su provecho para una causa noble. «Así que pensé, si me van a estar acosando, seré yo quien los utilice», según le comentó a la revista Vanity Fair en 1992. «Podría usar la fama de la que renegué durante tanto tiempo para hacer el bien».

Fue así como accedió a ser a la cara visible de un evento en Los Angeles para recaudar fondos por la enfermedad en 1985, en unos tiempos en los que todo lo que tenía que ver con esas mortíferas siglas estaba mal visto en sociedad. Eran los días de la mal llamada «peste gay» y de la desinformación. Hasta tal punto llegaba el rechazo social por la nueva patología, que uno de los amigos personales de la actriz, Frank Sinatra, dijo que no a estar presente en aquel evento.

Con su tenacidad particular, Taylor logró vencer el rechazo y el qué dirán con fondos para la causa. Esa noche logró superar el millón de dólares con 2.500 invitados presentes.

Era una cuestión especialmente delicada para ella según empezaron a desaparecer amigos cercanos. El más sonado de todos fue el caso de Rock Hudson, con quien compartió cartel en «Gigante» en 1956.

A raíz de esa situación, Taylor abanderó aún más la campaña y fundó su propio organismo, la American Foundation for Aids Research, llegando incluso hasta las instancias gubernamentales. La protagonista de «Cleopatra» se presentó en el Congreso en 1986 como portavoz de la cruzada contra el virus y su propagación por todo el mundo, en un momento en el que ni siquiera el presidente Ronald Reagan se dignaba a discutir el asunto por espinoso.

Años más tarde, y después de haber fundado la Elizabeth Taylor AIDS Foundation, cargó contra otro republicano en la Casa Blanca, George Bush padre, por haber ignorado completamente la enfermedad y sus devastadoras consecuencias. Mantuvo su fama de liberal hasta el final, pero cambió un tanto de discurso tras sus esfuerzos por combatir el sida. «La gente no debería dejar de tener sexo… creo que sería la última persona en promover algo así, pero el sexo seguro es importante», aseguró en una ocasión.

Al final del recorrido, que trató de mantener vivo pese a sus múltiples enfermedades, Taylor logró recaudar 270 millones de dólares por los enfermos del sida, una hazaña que le sirvió para obtener reconocimiento de la Academia de Hollywood y hasta de la Reina de Inglaterra, que la nombró dama comandante del imperio británico por su trabajo.

No estuvo sola. Contó con algunos devotos como el que probablemente fue su mejor amigo, Michael Jackson, por quien lloró amargamente el día de su muerte en junio de 2009. Taylor fue una influencia indiscutible en los empeños del ‘rey del pop’ por ayudar a salvar vidas en la lucha contra el sida. Con el paso de los años y de la amistad entre ambos —que algunos tildaron de romántica y obsesiva—, Jackson llegó a formar parte del libro Guiness de los Récords por ser el mayor contribuyente a causas humanitarias.

Esa relación fue otra demostración de su inmensa habilidad para manejar su cara social, la que, a la postre, le dio más satisfacciones en la vida. «Por primera vez, siento que estoy usando mi fama para algo positivo», señaló en una entrevista en los 90. «Este trabajo significa para mí más que cualquier otra cosa que haya hecho jamás como actriz».  EC

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