«Ser abogado era mi principal obsesión de juventud»

Matthew McConaughey debería ir preparándose para unos cuantos días de gloria, por aquello de que es muy posible que con esta cinta brille más que de costumbre. En «The Lincoln Lawyer», la película basada en la novela de Michael Conelly que se estrena este fin de semana en Estados Unidos, parece haber dado en el clavo con un papel de abogado listillo pero con valores, además de no haber caído en lo banal o en el romance taquillero que hasta ahora ha marcado su carrera.

Esta cinta, pese a no tener grandes aspiraciones, está bien, entretenida y difícil de descifrar hasta el final, lo que hoy en día es una gran virtud. Y McConaughey convence en el papel de Michel Haller, un abogado versátil y rápido, con una oficina móvil —un Lincoln con un chófer afroamericano— y con contactos suficientes para afrontar un caso complicado de asesinato.
Además del actor de origen irlandés, la cinta tiene otros alicientes como Marisa Tomei en el papel de ex mujer de Halley, y de William H. Macy («Fargo») como el investigador privado y amigo del protagonista, en una cinta muy recomendable.

Parece haberse sentido muy a gusto en el mundo de los abogados. ¿Qué sabía de ellos antes de hacer la película?
Ser abogado es lo que quería hacer con mi vida desde los 14 años, pero cambié de opinión al ver que tenía que estar hasta los 28 años sin ejercer la profesión y eso no me gustó. No me quería perder mis 20 y preferí intentar otra cosa.

¿Qué era lo que más le atraía de ser abogado?
El debate me encanta y de los dos lados. Cuando pasé por esos años de juventud, empecé a decantarme por el lado de la defensa. Sentí que estaba totalmente diseñado para defender a alguien si creía en su inocencia. Era una batalla que no podía perder. Hay determinadas cosas en las que crees, el clásico capítulo en el que sabes que puedes encontrar la última gota de energía para hacer valer tu posición. Esa era mi idealización de las leyes entonces. Pero estoy feliz de haber podido cambiar a tiempo.

Sin embargo, Halley no se parece mucho a eso que cuenta, ¿cierto?
No tiene nada que ver. En esta historia, el personaje es mucho más pragmático, un tipo que entiende muy bien cómo funciona el sistema. Y los abogados en realidad saben que muchos de estos tipos a los que defienden son culpables, por lo que se trata de ver hasta qué punto puedes aminorar la sentencia. Es un juego. El sistema judicial es un juego. Y este tipo juega muy bien.

Además tiene una oficina muy particular (risas).

Me encanta el movimiento y este guión lo tiene. La oficina móvil es de lo mejor de la película, porque el Lincoln le da un ritmo especial que te hace que estés escuchando la banda sonora mientras lees el guión.  

¿Qué es lo que no le gusta de hacer películas?
Odio esperar en la parte de atrás de mi tráiler a la siguiente escena. Quiero estar listo para rodar todo el día, que todo el mundo esté preparado y ensayar mientras grabamos. No me importa hacer muchas tomas porque tengo mucha energía y tampoco probar cosas diferentes.

¿Entonces no hubo ensayos? ¿Es algo habitual en su carrera?
He hecho películas donde no se enseña y otras en las que mucho. Me gusta hacerlo, pero en esta, por la relación particular que el abogado tiene con su cliente, prefería no saber cuál iba a ser su reacción ni que él conociera la mía. Le propuse que nos encontráremos en la escena.

¿Pasó tiempo con abogados?
Sí, pasé un tiempo con un par de ellos. Sabía que no iba a conseguir información específica, sino verles moverse, en acción. Y descubrí mucho movimiento. Les encanta hablar y son como actores, grandes intérpretes. Pero no es tanto sobre su moralidad, sino sobre hacer su trabajo. EC


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