Los Cachorros de Chicago son los nuevos campeones de la Serie Mundial y terminaron con una sequía que comenzó en 1908
El séptimo partido de la Serie Mundial se vivió con una emoción incesante, con el alma en un hilo, al filo de la butaca o del sofá, según el espectador.
El duelo decisivo entre los Cachorros y los Indios fue la cereza en el pastel de una serie no apta para cardiacos en la que todo el mundo quería ver si por fin los de Chicago eran capaces de romper la “maldición de la cabra”.
Al final se dio el milagro, una victoria más dulce que la miel que contó con todos los ingredientes de una hazaña de los Cachorros, que luego de ir abajo en la serie por 3-1, vinieron de atrás para forzar el juego número 7, el cabalístico, el de la suerte y nada menos que en la casa de los Indios, otra franquicia que no se ha coronado en 68 años.
El equipo comandado por Joe Maddon sufrió más de la cuenta, como que estaban a punto de caer otra vez a causa de la mala pata que siempre los acompañó. Pero esta vez se recuperaron a tiempo y en la décima entrada llegaron las dos carreras que los pusieron arriba por 8-6 después de soportar una rabiosa respuesta de los toleteros de los Indios que habían empatado el marcador para forzar los extra innings.
Los Cachorros se sacudieron los nervios sabedores de que tenían que mantener esa ventaja, sacar los tres outs y celebrar. Pero ese momento no llegó sin uno que otro susto, sobre todo cuando el pitcher encargado de ponerle la tapa al pomo, Carl Edwards Jr., solo pudo conseguir dos outs antes de que lo sacaran por una serie de envíos erráticos. El que entró en su lugar fue Mike Montgomery, quien no tuvo problemas para conseguir el último out que significó el fin de una maldición que duró 108 años.
Y todo fue alegría, lágrimas de felicidad, y gritos y abrazos de jugadores, directivos y miles de aficionados que seguían paso a paso el partido en las afueras de Wrigley Field. Era verdad: los Cachorros son los nuevos campeones de la Serie Mundial. EC