Hoy se celebra el natalicio de Rodolfo Guzmán Huerta, el legendario luchador mexicano conocido como El Santo
El cine ayudó a consagrar en el gusto del público a uno de los máximos ídolos del pueblo mexicano, El Santo, un héroe de carne y hueso que se enfrentó a pistoleros, extraterrestres, monstruos, vampiros, brujas, momias, gángsters y villanos de toda calaña. El famoso luchador se convirtió en un ícono del bien y la justicia, en un ídolo de chicos y grandes que atiborraban las arenas y las salas de cine para ver en acción al “Enmascarado de Plata”.
Rodolfo Guzmán Huerta nació el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo, pero la leyenda plateada lo hizo el 26 de julio de 1942 cuando su entonces entrenador, Jesús Lomelí, le dio a elegir entre tres nombres de batalla para luchar enmascarado: El Santo, El Diablo o El Ángel. Eligió el primero.
La Arena México fue el escenario donde el emblemático luchador dio sus primeros topes y patadas voladoras, pero siendo parte del bando de los rudos. Después llegó la fama. Una historieta, películas, luchas gloriosas. Las arenas de todo México esperaban con ansia la llegada del esteta del ring, que alternaba con otros gigantes como El Solitario, Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez y Rayo de Jalisco. El Santo le abrió el camino al estrellato a muchas de estas figuras.
Rodolfo Guzmán Huerta no fue un estupendo actor, pero la idolatría del pueblo convirtió sus filmes en cine de culto. Sus enfrentamientos contra toda clase de personajes maléficos en más de 50 largometrajes son históricos y ya forman parte del acervo cultural mexicano. “Santo contra el cerebro del mal”, “Santo contra los zombies”, “Atacan las brujas”, “Santo contra los jinetes del terror”. Los títulos no dejan mucho a la imaginación, pero eran un trancazo en taquilla.
El Santo se retiró del ring en 1982 y dos años después lo hizo de este mundo, pero su recuerdo sigue vivo y su hijo se ha encargado de perpetuar su legado. El mito del emblemático luchador aumentó porque casi nadie conocía su rostro. Decían que no se quitaba la capucha ni para ir al baño, pero queda para la historia uno de esos momentos cuando se destapó voluntariamente durante un programa de televisión. Vea aquí el video.
Cómo no recordar sus topes suicidas, su llave de a caballo, su imponente figura envuelta por su inseparable capa, sus agarrones con el “Murciélago” Velázquez, con Black Shadow y con Blue Demon, su amistad con el “Cavernario” Galindo, el Médico Asesino, Dr. Wagner y El Enfermero.
El Santo fue el ingrediente principal de la internacionalización de la lucha libre mexicana, una época que marcó con letras de oro el pasaje de esta disciplina en el gusto de un pueblo ávido de contar con sus propios héroes. Si los gringos presumían a sus personajes míticos como Superman, Batman y El Hombre Araña, México lo hizo con “Borjita”, “El Chapulín Colorado” y El Santo.
Se viven otros tiempos. La lucha libre ha perdido parte del brillo de antaño. Ya no hay tantos ídolos como antes. Pero “El Enmascarado de Plata” sigue vigente en el recuerdo de un pueblo que no lo olvida. EC