El equipo de la Universidad de Clemson derrotó 35-31 a su similar de Alabama para convertirse en el nuevo campeón del fútbol americano colegial
Trepidante. Emocionante. Relampagueante. El Raymond James Stadium de Tampa fue el escenario perfecto para un duelo de poder a poder entre los equipos clasificados como el uno y el dos de la nación.
Los dos protagonistas no tuvieron que viajar mucho. De hecho, son vecinos cercanos asentados allá en el sureste del país, uno representando al estado de Alabama y el otro a Carolina del Sur.
Era un duelo de revancha. El año pasado los dos habían llegado a las mismas instancias. En aquel entonces, la “Marea Púrpura” de Alabama se llevó el triunfo por 45-40. Los de la huella de tigre en el casco querían cobrarse aquella herida.
Esta temporada fueron otra vez los mejores. The Crimson Tide estaba al frente en las apuestas. El equipo llegó con una seguidilla de 26 victorias consecutivas de la mano de su entrenador en jefe Nick Saban. Era el momento de llevar su historia a las nubes, de cimentar su estatus de dinastía. Su palmarés tenía anotados 4 títulos en los últimos 7 años. La mesa estaba servida.
La primera mitad del encuentro indicaba que Alabama era más fuerte que su rival en todas sus líneas, comandados por un mariscal de campo valiente y talentoso; si acaso el único pero de Jalen Hurts eran sus escasos 18 años de edad. Al medio tiempo los púrpuras iban al frente por 14 puntos, pero antes del descanso, Clemson reaccionó con una anotación de último minuto.
Los Tigres se despertaron heridos en su propio orgullo y comenzaron a carburar. La empresa era harto complicada. Enfrente estaba la mejor defensiva de la liga: fuerte, impenetrable y que responde con puntos a su favor. Pero la inspiración divina le llegó el mariscal Deshaun Watson, que empezó a acumular yardas por aire y pases de anotación. Al final sumó 420 yardas y 3 TD’s. Una demostración de poder en toda la extensión de la palabra.
Alabama se revolcó dispuesto a regresar golpe por golpe. La reacción motivó que el partido se hiciera espectacular, con un ida y vuelta que la gente en el estadio disfrutaba enardecida. Pero Clemson no claudicó al embate del contrario y mantuvo la distancia a su favor para saborear una dulce venganza y coronarse por segunda vez en su historia, y lo mejor es que lo hizo a costa del mejor equipo de la liga. EC