La voluntad, el esfuerzo, la dedicación y hasta el amor son indispensables para cumplir con nuestros propósitos en la vida
Somos más felices en la medida que mejor cumplimos la misión que Dios nos ha asignado para la vida. Él nos otorgó el privilegio de ser seres inteligentes y, a la vez, de nacer provistos de todas las cualidades físicas necesarias para sacarle provecho a esa inteligencia. ¡No hacerlo es dejar a la vida huérfana de sentido!
El cumplir o no con nuestros propósitos depende de la voluntad y del ardor que le imprimamos al esfuerzo personal, sin importar a qué nos dedicamos. Tampoco es relevante si este esfuerzo tributa más o menos popularidad o más o menos nivel económico. El éxito no tiene que significar siempre riquezas materiales y fama.
Por numerosas razones, tanto sociales, familiares, personales y hasta de salud, la mayoría de los seres humanos toman en un momento de la vida el camino que regirá su existencia en lo adelante. Cualquiera que sea ese camino, siempre puede conducir al éxito. Todo depende de la energía y la perseverancia con que estemos dispuestos a transitarlo.
Tanto disfruta un escritor la publicación de su primer libro, como un campesino cuando saborea el fruto de su primera cosecha. Por eso digo que no importa a qué nos dediquemos, lo que es imprescindible es dotar a lo que hacemos del amor, de la inteligencia y de toda la fuerza física de que dispongamos, y que nunca dejemos de luchar por el mejoramiento humano.
Si actuamos así cumplimos el compromiso con la vida y con Dios; disfrutamos del dulce aroma que emana de los logros del esfuerzo propio y, en cualquier momento, estaremos en condiciones de tocar en las mismísimas puertas de la felicidad.
Dios nos ha bendecido con el pensamiento, con la posibilidad de soñar y con la fortaleza necesaria para poder hacer realidad esos sueños. Nos ha otorgado las herramientas necesarias para no ser insignificantes. ¡Todo depende de nosotros mismos! EC
Información cortesía de www.ismaelcala.com
