A veces toca decir “no”

Decir siempre “sí” no nos hace personas más queridas o admiradas

Por Ismael Cala

Para muchos, el “no” se convierte en una pesadilla. Creen que diciendo siempre “sí” logran mejores relaciones con los demás, evitan discusiones desagradables y, por lo tanto, son valorados como personas más sociables, solidarias y colaboradoras.

Sin embargo, vivir con la tendencia a aceptarlo todo es una de las formas más sutiles —y peligrosas— de negarse uno mismo como ser humano independiente. Aceptarlo todo es amoldarnos a los intereses de los demás y soslayar los propios, con todo el daño a la personalidad que eso conlleva.
¡Tampoco es decir siempre “no”! Debemos ser consecuentes con nuestros puntos de vista. Al recibir una propuesta, hay que analizar si nos conviene, si podemos ejecutarla y si con ella podremos ayudar a los demás. Si es razonable y está dentro de nuestras posibilidades, aunque implique más trabajo y responsabilidad, lo justo, entonces, es aceptarla. Somos seres bendecidos con el pensamiento y la inteligencia. Podemos discernir entre el “sí” y el “no”.

¿Cómo luchar contra el temor a decir “no”?

-Ante todo, debemos reconocer que somos víctimas de las apariencias generadas por el “sí”.

-Vivamos con la certeza de cuánto nos libera, de cuánta carga molesta y dañina nos quitamos de encima si decimos “no” en el momento oportuno y de la manera correcta.

-Nunca cedamos al asedio. Si alguien insiste, pero seguimos convencidos de que debe ser como ya hemos decidido, no cedamos. Mantengamos la respuesta, sobre todo si existe la sospecha de que se quieren aprovechar de nosotros.

-Eliminemos el “qué más da”, pues es una expresión conformista que muchas veces justifica un “sí” fuera de lugar.

-No nos comportemos de manera agresiva al negarnos a algo. Un “no” puede expresarse de una manera dulce.

Acatar las propuestas de otros, a toda costa, mengua nuestra dimensión como seres humanos; decir siempre “sí” no nos hace personas más queridas o admiradas. El “no” es quizás una palabra desagradable, pero lo que está en juego no es la belleza del término, sino la plenitud de nuestra vida. Que cada respuesta vaya en concordancia con nuestros valores, para actuar siempre con coherencia y generosidad. EC

Información cortesía de www.ismaelcala.com

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